El hecho de que en estos momentos estén masacrando a docenas de personas (niñxs incluidos) en Aleppo y que yo esté acá tomando una taza de café, comiendo galletas de chocolate y escuchando 'oldies', me parece una de las cosas más arbitrarias e incomprensibles del mundo. La vida no se detiene para los que estamos fuera del alcance de las bombas y las balas. Seguimos comprando, vendiendo, hablando de cualquier estupidez y regalando 'likes', todo mientras un hospital lleno de niñxs está bajo ataque. Somos lo peor que pudo pasarle a la Creación pero aun así, sigo escuchando y leyendo por ahí, Dios nos ama. A todos.
A dieciocho días de que se acabe el año, para otros se está acabando el mundo y aun otros desean que así suceda. Gente enferma contemplando irse antes que darle el triunfo a la enfermedad. Sirios arrastrados fuera de sus casas y ejecutados en las calles. Una niña de siete años violada, torturada y asesinada por algún tipo sin corazón pero con una carrera universitaria y mucho dinero. Estudiantes desaparecidos por atreverse a protestar, reporteros asesinados por atreverse a hablar. Una, dos, tres mujeres violadas y/o asesinadas cada hora. Yo a veces quiero que se acabe el mundo.
Entonces me acuerdo de ella y me asalta el egoísmo. Quiero más años a su lado, más noches abrazadas, más aniversarios a la vuelta de la esquina. Nuestro pequeño mundo, que no se acabe todavía.
Fue un buen año aunque haya sido un año terrible. Ganó Trump, se murieron Bowie, Cohen, Juanga y varios otros. Se cayó un avión con un equipo de fútbol completo. Unos pendejos golpearon a Ana Gabriela Guevara, el dólar cuesta 24 pesos y la UAQ no tiene presupuesto. Pero la vida sigue. Incluso la de muchos que no quieren.
Faltan 18 días para el fin del 2016. A esta libreta le quedan un par de hojas y a mí me faltan palabras. Algo se me ha de ocurrir. Será el cuarto volumen de unas memorias que no tienen pies ni cabeza y a las que solo mi terapeuta les entiende.
Catársis Intermitente
I write because I've found it's the best way to let out things that would otherwise bury me alive.
martes, 13 de diciembre de 2016
martes, 13 de septiembre de 2016
Catarsis ante el odio V.2.0
Hace aproximadamente 3
meses escribí una entrada titulada “Catarsis ante el odio”. De hecho, es la
entrada justo anterior a esta. Como
diría una frase popular, “I can’t believe I’m still protesting over this shit”.
Tres
meses han pasado pero en realidad la lucha lleva años, décadas. ¿Cuál lucha
será esa? Yo la llamaría “la lucha por la tolerancia[1],
por el respeto y por los derechos para todes” (sí, todes; mis estimados prescriptivistas).
Esta lucha es una aglutinación de varias, pero es que si me pongo a hablar de
cada una por separado, esta entrada quedaría muy larga. Mencionaré, entonces,
solo algunas y me enfocaré en una que está muy latente en estos días y que me
afecta de manera personal: La lucha por los Derechos Humanos de la comunidad
LGBTTI (y lo que se añada esta semana, dijeron por ahí). Así pues, en la pasada
entrada hablé del terriblemente revelador hashtag #MiPrimerAcoso, que surgió
dentro del marco de la Primavera Violeta y las protestas contra las violencias
machistas del 24 de abril de este año. No nos habíamos recuperado del escarnio
machista sufrido durante las protestas, del acoso en redes sociales y de la
indiferencia de las masas cuando salen a la luz tres casos de violación que se
volvieron mediáticos, a saber, la violación tumultuaria de una adolescente en
Brasil por parte de 30 asquerosos machos, la violación de una chica
inconsciente detrás de un basurero en una universidad estadounidense y la
sentencia de solo seis meses a su agresor (porque no le fuera la cárcel a
desgraciar su vida), y la violación grupal a una chica mexicana en Veracruz por
parte de unos mirreyes de porquería protegidos por sus padres y por su dinero.
Aun no acababa de llorar por estas cosas cuando un hombre cruel, enfermo de
religiosidad y homofobia entró a un bar gay en Estados Unidos y mató a 49
personas LGBT con un arma de fuego. De aquél momento hasta ahora habrán pasado
varias semanas, pero no con saldo blanco. Más violaciones, más feminicidios,
más crímenes de odio. Y culminamos con una marcha en varias ciudades del país
en favor de la homofobia, del arrebatamiento de derechos, de la discriminación.
Damas y caballeros, les presento al Frente NAZIonal por la Familia.
Como era de esperarse,
el FNF dice que no, que su marcha no fue motivada por el odio o la homofobia (y
hasta hacen un análisis etimológico de la palabra; ¡qué sabios!); que su marcha
es por amor, por amor a la “familia natural”, integrada por mamá, papá e
hijites; para protegerla de desaparecer porque, obviamente, que dos mujeres o
dos hombres contraigan matrimonio provocará que las parejas heterosexuales se
divorcien. Porque, evidentemente, eso de que la parejas del mismo sexo no
puedan procrear va a acabar con la raza humana (como somos tan poquitos en este
mundo). También marcharon, dicen, para proteger la inocencia de sus hijes. ¡(Su)
dios los libre de la educación sexual! Porque el plan macabro de esa gran mafia
llamada Lobby Gay, a la cual pertenecemos todxs lxs LGBT y de la cual nos
beneficiamos económicamente (sigo esperando mi cheque), es implantar, no, imponer
nuestra ideología de género (música dramática de fondo). Para empezar, ¿qué
carajos es la mentada ideología de género? Una ideología, estrictamente
hablando, es un conjunto de ideas características de un grupo determinado.
Hasta donde sé y he experimentado, ser lesbiana, homosexual, bisexual,
transgénero o transexual no es una idea o conjunto de ellas. Tal vez los del FNF
y un gran número de cristianos y católicos religiosos (que no personas
espirituales) crean que nos lo estamos imaginando, que en nuestro cerebro hay
un problema y un día amanecimos con la idea
de estar atraídos a una persona del mismo sexo o de que el género que se nos
asignó por nuestra biología no es aquél con el que nos identificamos. Luego
entonces, queremos imponer esas ideas
en las mentecillas de sus hijes para convertirlos en lesbianas y homosexuales,
para crear un ejército que vaya por el mundo destruyendo a las familias naturales (por cierto que lo natural está completamente a discusión).
Y bueno, por esos motivos, según ellos, su marcha. Aunque ya han sido
desmentidos por la misma SEP en cuanto al contenido de la materia de sexualidad
en las escuelas; aunque su argumento de que el matrimonio no es un derecho
humano para nadie (ya le cambiaron, antes decían que “el matrimonio homosexual
no es un derecho humano”) cae estrepitosamente al suelo (y se embarra de caca)
nomás al leer el Artículo 1° de nuestra constitución y el 16 de la Declaración
Universal de los Derechos Humanos; aunque sea evidente que recurrir a lo
dictaminado por la corte de Estrasburgo para respaldar lo anterior es una
tontería ya que esa misma corte los desmintió y, por si fuera poco, esta no
tiene injerencia alguna en México; aun con todo eso, siguen montados en su
macho y harta gente los apoya. ¿Por qué? Porque todas esas personas están
buscando una forma de justificar su homofobia, su intolerancia, su odio y/o, de
menos, su ignorancia. Alguien les ha ayudado a disfrazar su discurso de forma
políticamente correcta; lo han aderezado con términos jurídicos e incluso se
han robado palabras usadas por los defensores de Derechos Humanos. Voilà. Ya puedes joderte a alguien porque lo estás
diciendo de forma decente. Pero, como dirían por ahí, aunque perfumes un pedazo
de caca, sigue siendo, en toda la extensión de la palabra, caca.
Si he de ser honesta, no
me preocupa demasiado que echen para atrás la reforma que nos otorgará derechos
iguales a todes. La SCJN ya dictaminó. El matrimonio igualitario será una
realidad tarde o temprano. Lo que me preocupa más es cómo todo esto ha
evidenciado la gran cantidad de odio e intolerancia que se mueve el país; me
preocupa que toda esta gente de pronto se sienta respaldada para agredir,
denostar, humillar y, por qué no, hasta matar a personas LGBT. No, no lo hará
el dirigente nacional del FNF, ni los coordinadores estatales, ni los
funcionarios públicos que marcharon con ellos. Pero sí lo hará un padre que no tolere
que su hija sea lesbiana y entonces la corra de su casa aunque solo tenga 15
años; lo hará una madre que no deje de llamar pecador a su hijo y que le repita
hasta el cansancio que “sigue orando por él” para que se arrepienta [de ser gay]; lo hará el pastor que condene
desde el púlpito y asegure que su congregante LGBT es una aberración; lo hará
el homosexual reprimido que tome un arma para matar a 49 personas que
decidieron reclamar la libertad que él no tiene; lo hará el macho mexicano que
golpee a a un travesti porque se viste como mujer; lo hará un grupo de
desgraciados cuando violen a una lesbiana porque tiene el deber de curarla; lo hará el religioso que cite
la Biblia a ciegas, intentando señalar paja en el ojo ajeno mientras en el suyo
se enquista la viga; lo hará el amigo o la amiga, otrora más unidx que un
hermanx, cuando nos rompa el corazón y nos diga que no puede hablarnos más o
nos pida que no nos acerquemos a sus hijes. El discurso del FNF es un discurso
de odio y además es un discurso taimado. Con engaños y con retórica barata han
abierto las puertas para la apología de la discriminación. Sobre sus manos y la
de sus adherentes estará la sangre y el alma molida de lxs violentadxs.
Adenda
etimológica
Me gusta la frase aquella de Morgan Freeman que dice,
“Odio la palabra homofobia. No es una fobia. Usted no tiene miedo; usted es un
imbécil”. Pero en esta ocasión voy a contradecirla. Usted, persona que rechaza
a los homosexuales, que piensa que serlo es antinatural,
que gustaría de vernos despojados de nuestros derechos, usted sí tiene miedo (y
puede que, además, sea un imbécil). Usted le tiene miedo a al menos una de estas
cosas:
A que sus opiniones no prevalezcan sobre las de los
demás.
A que SU concepto de familia no sea el único.
A enfrentar su propia condición LGBT.
A que la Biblia realmente no diga lo que le dijeron
que dice.
A que su sistema patriarcal y misógino se venga
abajo.
A cuestionar sus estructuras.
A cuestionar, en general.
A que sus hijes resulten más inteligentes que usted.
A que SUS creencias no se impongan sobre los demás.
A que los padres / madres LGBT demuestren criar a sus
hijes mejor que usted (y amarles más).
A admitir que el FNF se lx ha estado haciendo
pendejx.
A no tener nietos que lleven su apellido y saquen sus
ojitos.
A que sus hijes no cumplan con sus expectativas.
A que su iglesia lo rechace por pensar lo contrario.
A que Dios lo rechace por pensar lo contrario.
Y a muchas cosas más.
Si después de un exhaustivo y honesto autoanálisis ha
concluido que ninguno de estos casos es el suyo y de todas formas sigue
pensando lo mismo, entonces sí, muy seguramente, es usted un/a imbécil.
Adenda
teológica
Ser LGBT no es un pecado. Lo digo así, sin pelos en
la lengua, sin tartamudear, sin hesitar. Usted, mi estimado hermano o hermana amante
de la tradición, podrá no estar de acuerdo, y está bien. Por poner uno de
muchos ejemplos de diferencias doctrinales, los bautistas no están de acuerdo
con la interpretación que hacen los pentecostales sobre los textos que hablan
del Espíritu Santo, sus funciones y manifestaciones. Le comparto que hay un
creciente número de cristianos que miran hacia una nueva y muy atinada
interpretación de los versículos bíblicos que parecen condenar la
homosexualidad. Le invito a investigar al respecto. Y usted dirá que son modas
y que ese “número creciente de cristianos” se han desviado de la verdadera
Palabra, que han sido engañados. ¿Sabe a quiénes acusaron de lo mismo? A los
seguidores de Lutero, los fundadores de la iglesia cristiana moderna, esa a la
que usted se ufana de pertenecer. Es más, de eso acusaron a Jesucristo. Lo que
es curioso es que ninguna otra diferencia doctrinal se considera un pecado
nefando; por ninguna otra diferencia los cristianos se andan condenando unos a
otros de manera tan tajante. Pregúntese por qué. Ahora, si concluye usted que
sí, que sí es pecado ser gay y que se puede cambiar esa condición, vale; está
en todo su derecho de creer lo que quiera. A lo que no tiene derecho es a pasar
sobre los derechos de los demás. Mire, tan sencillo como poner en práctica el
segundo gran mandamiento dado por el mismísimo Jesucristo: Amarás a tu prójimo
como a ti mismo. El prójimo suyo de usted es su vecino de al lado, también la
señora de los tamales, los que lo atienden en el OXXO, la pareja de
homosexuales que vio pasar el otro día tomados de la mano, las dos chicas
lesbianas que se acaban de mudar a la casa de enfrente. Su prójimo suyo de
usted es cualquier ser humano. Ahora pregúntese, ¿le gustaría que le quitaran
sus derechos? ¿Le parecería bien que llegara un grupo de musulmanes, judíos o budistas
a legislar su país con base en sus creencias? ¿Le gustaría que un “terapeuta”
lo ayudara a cambiar su orientación sexual? Me imagino que a todo esto ha
respondido que no. Pretender que tan solo alguna de esas cosas se le haga a
alguien LGBT NO ES AMAR A SU PRÓJIMO. Está usted pecando en dado caso. Dígame, ¿cuándo
vio que Jesús anduviera tratando a los pecadores (otorgándole que ser LGBT sea
pecado) como ciudadanos de segunda clase? Es más, ni siquiera los obligaba a
cambiar; simplemente los amaba y les daba buen testimonio. Haga eso usted. Y en
serio le invito a investigar sobre la doctrina incluyente. Aquí un texto para
comenzar: La
Biblia no condena la homosexualidad.
[1] Ante
el mal uso de esta palabra por los discriminadores que pretenden posar como
discriminados, ahí les va: Tolerancia quiere decir estar consciente de que
existen OTROS DIFERENTES a nuestro alrededor, que podremos no estar de acuerdo
con ellos, pero que debemos coexistir con ellos en paz y no pretender dañarlos
o despojarlos de derechos a causa de dichas diferencias. O sea, gente del FNF y
similares, señalar sus mentiras y sus horribles pretensiones no es ser
intolerante. Que ustedes quieran quitarnos nuestros derechos sí lo es.
lunes, 13 de junio de 2016
Catarsis ante el odio
Llevo días, semanas, de hecho, queriendo ordenar en palabras
tantos sentimientos e ideas que los últimos acontecimientos violentos en el
mundo me han producido. Todo se agudizó, más no empezó, desde el llamado #24A,
el día de la marcha contra las violencias machistas a nivel nacional; La
Primavera Morada. La poca concurrencia a la marcha en Querétaro y el hecho de
que la mayoría de esos pocos asistentes fueran miembros de organizaciones
civiles y colectivos de activistas me dejó pensando en el poco, poquísimo apoyo
que tenemos las mujeres en la lucha feminista. (Y no, no pienso en el apoyo de
los hombres, sino en el de las mujeres mismas. También nos falta el apoyo que
debería ofrecer el Estado, la protección que debería garantizarnos). En esa
marcha y durante ese día me enteré de tantas violencias machistas por medio del
hashtag #MiPrimerAcoso, y se me rompía el corazón cada vez que leía algo al
respecto. Me volví hiper-consciente de las actitudes machistas de las y los
demás. Abundan.
Luego, poco a poco, me fui dando cuenta de que la lesbofobia
también abunda, incluso dentro de los círculos LGTBI. Se habla de homofobia por
aquí, homofobia por allá, incluso cuando el acto de discriminación involucre a
una pareja de mujeres (como es el caso de las seleccionadas de soccer
mexicanas, Bianca Sierra y Stephany Mayor). Tal parece que las lesbianas somos
una doble minoría.
Después vinieron dos casos muy sonados de abuso sexual. El
primero, en Brasil, donde una chica de 16 años fue violada por aproximadamente
30 hombres (ustedes disculpen, es que entre la droga y el alcohol que le dieron
y el trauma que estaba atravesando, ella no pudo contar con exactitud). Estos
hombres subieron incluso una fotografía a redes sociales mostrando a la chica
inconsciente, ensangrentada, y ellos riéndose. Fueron 30 hombres. Entre 30
hombres no hubo UNO que la ayudara; UNO que no participara del asqueroso acto,
como si fueran animales sin voluntad que no pueden controlar sus impulsos (y
hasta los animales pueden entrenarse para eso). Han pasado semanas y no he
visto noticia alguna de que hayan dado con los agresores. No muchos días
después, sale a la luz el caso de una chica abusada en 2015 en la universidad
norteamericana de Stanford. Su agresor, un flacucho con cara de imbécil, que
resultó ser atleta destacado de dicha universidad, recibió solamente 6 meses de
prisión como sentencia, aunque un jurado lo encontró culpable –por unanimidad-
de tres cargos de agresión sexual. Podrá salir en tres meses si prueba buen
comportamiento. ¿Por qué el juez le otorgó una sentencia tan benévola? Porque,
según tal juez, una sentencia mayor podría ser demasiado dura para violador
ese. Los efectos del sistema hetero-patriarcal-capitalista-blanco se hacen
presentes día a día.
Lo anterior es solo la introducción. Lo anterior es solo una
probadita de lo injusto y asquerosamente violento que se puede poner este mundo
gracias al sistema mencionado. La indignación, el dolor y la rabia habían ido
acumulándose en mi corazón a causa de estas cosas. Luego vino una oleada de
lesbohomobitransfobia por parte de líderes religiosos del país a partir de las
declaraciones del gobierno federal en cuanto a la legalización del matrimonio
entre personas del mismo sexo y el derecho de estas parejas a adoptar
niñas(os). Comenzó la batalla de argumentos entre fanáticos de la religión y
opositores a la misma. Me encontré en medio, esquivando odio de un lado y del
otro porque yo soy cristiana y soy lesbiana. Me quedé en medio, siendo testigo
de la ignorancia de unos y otros (aunque de unos más que de otros, como
siempre).
He intentado abogar por el derecho de la comunidad LGBT ante
mis correligionarios apelando al amor de Dios por TODXS, a la salvación de
Cristo para TODXS, a nuestra responsabilidad de escudriñar las escrituras, de
cuestionar a nuestros líderes y de discutir este asunto directamente con Dios.
He apelado, también, al amor al prójimo que tanto alegamos tener. Amar a tu
prójimo incluye no coartarle sus derechos y no querer imponerle tus leyes
espirituales (las verdaderas y las que tú te inventas). Incontables veces mis
palabras han ido a dar a oídos sordos, han sido echadas en saco roto. Y yo he
sido acusada de hereje, de dura de cerviz, de tener un corazón cauterizado. Esto,
por cierto, no me apura. Mi confianza está en Aquél que me salvó y que cada día
me confirma su amor.
He intentado, también, mostrar a mis compañerxs LGBTI que el
problema no es Dios / Jesús (o Mahoma, Allah, Budah, el Osito Bimbo), sino la
raza humana misma, imperfecta, llena de odio y prejuicios fomentados por aquellos
con intereses de supremacía. Esta raza humana tomará lo que sea como un
pretexto para juzgar a los demás, para odiarlos simplemente porque son
diferentes. Usará lo que sea, religión y dioses incluidos. Y quizás (digo
quizás porque nadie me lo ha dicho directamente aún) me han considerado
fanática, ridícula, incoherente (“¿Cómo puedes seguir creyendo en eso que
crees?”).
En las últimas 24 horas, ese sentimiento de pertenecer y no
pertenecer a un bando o al otro volvió con fuerza. La madrugada de ayer, domingo
12 de junio de 2016, un hombre entró a un bar gay en la ciudad de Orlando,
Florida, y disparó contra la multitud usando un rifle semiautomático. Mató a 49
personas. Mató a 49 hombres y mujeres homosexuales, lesbianas, travestis,
queer. Mató a 49 latinos y latinas. Mató a 49 seres que, según mi fe, fueron
creadas a imagen y semejanza del Dios que me creó a mí, lo cual nos conecta de
una manera que trasciende a lo humano. Luego, aquél hombre, que también fue así
mismo creado, fue abatido por las balas de la policía. Este hombre era,
supuestamente, musulmán. Y digo “supuestamente” porque de haber sido
practicante no hubiera hecho lo que hizo (si tiene alguna duda, por favor,
póngase a investigar y no se trague lo que andan diciendo por ahí). La islamofobia
no se hizo esperar (caray, esta raza humana y su fobia a todo lo que le es diferente).
Y el muro de noticias de mi cuenta de Facebook se llenó de publicaciones de
gente expresando su rechazo, su odio e intolerancia por… las religiones. Tan
solo días atrás era al revés: un muro lleno de rechazo, odio e intolerancia
contra la comunidad LGTBI. Y leí cosas como, “Dejen de decir que van a rezar /
orar por Orlando; ¡eso no sirve de nada!”; “¡Hipócritas! ¿Cómo pueden
lamentarse y ofrecer condolencias ante lo que ustedes promueven?”; “La Biblia /
el cristianismo / el islam promueven el odio y la homofobia”.
Hay un dicho en inglés que reza, “Walk a mile in my shoes”
(Camina una milla en mis zapatos). Yo les pediría que caminen dos millas en los
míos. Una milla en la experiencia LGBTI y otra milla en la experiencia de la fe
cristiana. Vamos, pruébense mis dos pares de zapatos, al mismo tiempo, como yo
los uso a diario. Tienes –tenemos- la responsabilidad de no ser ignorantes y de
no esparcir la ignorancia. Si te asumes cristiano o cristiana, tienes la
responsabilidad de informarte, o serás llevado
cautivo por no tener conocimiento. Si eres LGBTI, tienes la responsabilidad
de no ser ignorante porque bien sabes que tú has sido rechazado por aquellos
que lo son y sería una pena caer en lo mismo. Si seguimos pensando en términos
de “nosotros contra ellos”, quienquiera que “ellos” sean, solo vamos a avanzar
a paso firme hacia nuestra propia destrucción. Si continuamos culpando a la
religión, o al ateísmo, o a Dios de lo que pasa en este mundo, simplemente no
estaremos haciéndonos responsables de nuestra propia mierda, de nuestros odios
y prejuicios.
Lo que acabas de leer quizás no tiene pies ni cabeza. Está
hecho a manera de catarsis; demasiados sentimientos como para convertirlo en un
ensayo académico. Y es que nada de lo que ha pasado, desde #MiPrimerAcoso hasta
la matanza en Orlando, pasando por incontables violaciones, por otra balacera
en un antro gay de Veracruz y la tortura y crucifixión o decapitación de
cristianos por ISIS, tiene sentido. El odio no tiene sentido. Decir que mis
oraciones no sirven de nada no tiene sentido. Decir que “Dios ama al pecador
pero no al pecado” no tiene sentido. Decir que las religiones provocaron lo de
anoche es estúpido. Decir que “su pecado los alcanzó” es, no solo estúpido,
sino asquerosamente cruel. Nada de esto tiene sentido. Lo único sensato es actuar
contra nuestro instinto… y amar.
miércoles, 27 de enero de 2016
Dios, yo and the Gay Christian
El siguiente texto fue publicado en Julio de 2015 por la Revista Prosvet, publicación queretana.
Hace casi diez años salí del clóset.
Cité a una de mis mejores amigas bajo un gran árbol frente a nuestro salón de
la Facultad de Lenguas y Letras de la UAQ. En lo que Mariana, mi amiga,
llegaba, me fumé media cajetilla de Marlboro rojos y casi cavé un surco de
tanto dar vueltas en el mismo lugar. Cuando por fin la tuve enfrente, le di
muchas vueltas al asunto hasta que pude soltar un “me gustan las mujeres”. Ella
me dijo, “ya lo sabía”. Aparentemente medio mundo se entera antes que tú de que
eres gay. Le confesé, pues, mi pena (porque en ese momento para mí era una
pena), y luego me volví a meter un poco al clóset porque, bueno, era un poco
más seguro ahí. Tres años después, mi mamá me sacó otra vez del dichoso clóset,
y no fue nada agradable. Un día me dijo que pasaría por mí a la universidad
porque quería hablar conmigo. De pronto pensé que ya sabía de qué se trataba el
asunto. Llegó, me subí a su auto y nos fuimos a estacionar atrás de la facultad
de Derecho, por donde están aquellas legendarias tortas. “Creo que hay algo que
tienes que decirme”, “No sé qué quieres que te diga”. Nos aventamos la bolita
como media hora hasta que logró sacarme la misma frase que años atrás le había
dicho a mi amiga. Al escucharla, mi mamá respondió, “Paloma no es tu amiga,
¿verdad?” –Paloma era mi novia, claro. “Sabes muy bien lo que la Biblia dice al
respecto”, dijo mi madre. Vaya que lo sabía. Ella, mi hermano y yo comenzamos a
asistir a la iglesia cristiana bautista cuando yo tenía 15 años. Mi mamá
acababa de casarse con un hombre cristiano con quien había salido por ocho años
y, por primera vez, yo tenía una familia “completa”. Mamá, papá e hijos. A toda
la estructura y estabilidad que eso pudo ofrecerme, se sumó el sentido de
pertenencia y de identidad ofrecido por la iglesia cristiana (o protestante /
evangélica, como nos dicen para distinguirnos de los cristianos católicos). Ahora que creía en Jesucristo y su obra
redentora, mi vida tenía sentido y, más importante, tenía propósito. Durante
los primeros años de mi andar cristiano aprendí los dogmas básicos; aprendí qué
era bueno y qué era malo, y qué se esperaba de mí. No me malinterpreten, no
solo se trató de un coco wash,
verdaderamente mi vida experimentó un cambio al saber que aquél ser a quien
consideraba el creador del universo me amaba y había dado a su Hijo por mí. Sin
embargo, había mucha paja entre todo esto. Así pues, supe que la mayor
aspiración de una mujer era casarse con un buen hombre de Dios (un bonus si es Pastor), serle sumisa,
procrear hijos con él y fungir como su ayuda
idónea. Por su parte, la mayor aspiración del hombre era consagrar su vida
al servicio del Altísimo, casarse, ser un respetado líder de familia y procrear
hijos a quienes heredarles la tradición cristiana. Entonces, la idea de una
pareja conformada por dos hombres o dos mujeres simplemente no estaba en la
escena. Lo que es más, una relación romántica entre personas del mismo sexo se
consideraba una aberración, una perversión, una violación a las leyes naturales
de Dios. Yo sabía esto a mis 16 años, cuando empecé a fijarme en mis compañeras
de la prepa (y sutilmente acariciaba la pierna de una de ellas cuando nos
sentábamos en la alfombra del taller de teatro) incluso aunque tenía novio. Yo
sabía esto cuando colgué un póster de Angelina Jolie en su papel de Lara Croft
en una pared de mi cuarto argumentando que era una excelente actriz (not), y
cuando una media noche (con el volumen de la TV al mínimo) la vi en su papel de
Gia Carangi. Lo sabía a los 18 años cuando me enamoré de mi mejor amiga –esos
ojos verdes. Lo sabía. Y por eso no podía creer que esto de ser gay me estuviera
pasando a mí. Creía que por ser cristiana era inmune a sentir este tipo de
atracciones prohibidas. Esa misma noche les dije que sí, que sabía lo que la Biblia
decía, pero que no me importaba más. Estaba harta de ocultarme, de reprimirme.
Tenía qué experimentar realmente lo que significaba ser lesbiana. Me corrieron
de la casa. Una semana después, mi novia me dejó por un tipo y yo caí en una
depresión que se apoderaría de mí de forma intermitente por los siguientes cinco
años.
Hay ocho versículos clave en la
Biblia que abordan algún tipo de relación homosexual. Ocho versículos de 31,103
versículos que tiene la suma del Antiguo y Nuevo Testamento. Ninguno de estos
versículos se encuentra en los Evangelios, es decir, ninguna de estas citas es
atribuible a la persona y tiempos de Jesucristo, sino a otros personajes como
Moisés y el Apóstol Pablo. Con estos ocho versículos las religiones
judeocristianas han defendido la idea de que ser homosexual o lesbiana (ya no
digamos transexual o u otras), es pecado. Con estos ocho versículos fui confrontada
por Pastores, familia y queridos amigos que, dentro de su marco de creencias, estaban
sinceramente convencidos que yo necesitaba cambiar. Un mes después de que mis
padres me corrieran de casa y de que mi novia me dejara por otro, hablé con mi
papá y llegamos a un acuerdo: podía volver a vivir con mi familia si aceptaba
trabajar en un cambio. Pray away the gay.
Y tal cual, pasé noches orando de rodillas, pidiendo a Dios que me
cambiara, que me quitara eso. Oré con
amistades, con Pastores, con consejeros. Ahora que lo pienso, nunca oré con mi
familia. Busqué, incluso, un “psicólogo cristiano” para que me ayudara a
averiguar de dónde venían estas atracciones -de qué trauma de la vida- y poder
darles batalla. También recurrí al maravilloso internet. Sabía que en Estados
Unidos, la meca del cristianismo contemporáneo, existían organizaciones
cristianas que se dedicaban al apoyo y consejería de personas con, como ellos
le llaman, SSA (Same Sex Attractions – AMS, Atracción hacia el Mismo Sexo). Me
registré en el foro del ahora extinto Exodus International, uno de los grupos
más grandes del movimiento ex gay, cuyo último presidente, Alan Chambers, pidió
una disculpa pública a todas aquellas personas homosexuales y lesbianas a
quienes la organización había dañado en su intento de ayudarles a cambiar su
orientación sexual. Ligado a este movimiento existe aun el de Exodus
Latinoamérica, en cuyo blog también me registré. Me hice de todas las
herramientas que creí necesarias para dejar de ser lesbiana… con ayuda de Dios.
Cabe mencionar que durante los años que intenté “dejar de ser gay”, tuve
novias. Cada una, aunque estuviera yo muy enamorada, significaba un fracaso,
una forma más de decepcionar a Dios. El resultado de involucrarme en las
organizaciones ex-gay (aunque hice una que otra buena amistad que aún conservo)
fue sentirme frustrada, herida y confundida; sentir que no era digna del amor
de Dios y que mi destino era estar lejos de Él.
Por tres años estuve en una relación muy
disfuncional con una chica a la que amé y herí mucho, y que también me amó y me
lastimó. No mucho tiempo después de haber terminado con ella, ya había buscado
y encontrado a otra terapeuta. Ya no para dejar de ser lesbiana, sino para
lidiar con mis ciclos depresivos que entre otras cosas me llevaron a medicarme
y me produjeron fuertes impulsos suicidas. También comencé a preguntarme si
realmente era posible dejar de ser gay. Y no solo eso, me preguntaba si
realmente Dios quería que dejara de serlo, si realmente esos 8 versículos
significaban lo que en la iglesia me habían dicho. Entonces acudí a San Google;
escribí “Christian gay”. El primer resultado me llevó a la página www.gaychristian.net,
de algo llamado The Gay Christian Network. Sí, había gente que pensaba que ser
gay y cristiano no era imposible; no solo eso, sino que esas personas también
creían que la Biblia no condenaba la homosexualidad y que Dios bendice las
relaciones –monógamas y comprometidas- entre personas del mismo sexo. Un nuevo
mundo estaba frente a mis ojos. En cuanto me fue posible, compré el libro Torn,
escrito por Justin Lee, el fundador de The Gay Christian Network. Fue la
primera vez que leí el testimonio de alguien que, como yo, había pasado años
pensando que su relación con Dios estaba rota por lo que le habían enseñado en
la iglesia acerca de la homosexualidad. Después de haber analizado
detenidamente los ocho controversiales versículos, Lee llegó a la conclusión de
que Dios lo amaba y lo había creado como era, gay todo. La corriente cristiana
incluyente (affirming Christians) tiene
una fuerte presencia en Estados Unidos y es algo que apenas comienza a penetrar
Latinoamérica. Existen varios autores cristianos, entre los más representativos
están Matthew Vines (God and the Gay Christian) –cuyo testimonio en video se
encuentra en Youtube-, y el Pastor Rommel D. Weekly (Homosexianity y The
Rebuttal). Leyendo sus libros me topé con estudios teológicos profundos que
demuestran cómo la Biblia ha sido mal interpretada en el tema de la
homosexualidad. Si este texto se usó alguna vez para justificar la esclavitud
en Estados Unidos, obedeciendo más a la tradición que a una verdadera fe, no es
sorpresa que la iglesia desee justificar una tradición patriarcal tan arraigada
como la de la condena a las personas homosexuales. Estos teólogos, Pastores y
escritores han demostrado que los ocho versículos no condenan precisamente la
orientación homosexual, sino prácticas idolátricas o de violencia que
involucraban relaciones sexuales entre personas del mismo sexo. Así pues, la
enseñanza de la famosa historia de Sodoma y Gomorra no tiene que ver con “el
pecado homosexual”, sino con el intento de violación tumultuaria en contra de hombres
extranjeros a manera de humillación y sometimiento. Los versos de la ley
mesiánica en Levítico realmente condenan las orgías realizadas afuera de los
templos de dioses paganos. El Apóstol Pablo mantiene una postura tradicionalista
de rechazo a los homosexuales pues vivía en una sociedad enteramente patriarcal
(en la cual, por cierto, el concepto de orientación sexual ni siquiera existía),
además de que en ese entonces los actos homosexuales estaban directamente
relacionados con excesos, ritos paganos y, nuevamente, violaciones en las que
hombres pretendían humillar a otros hombres sometiéndolos sexualmente. El homosexualismo
era considerado algo aberrante no por los sentimientos de amor o las
atracciones que dos hombre pudieran tener entre sí, sino porque en el acto
sexual se consideraba que uno de esos hombres tomaba el papel de la mujer. Es
decir, lo terrible no era la homosexualidad en sí, sino que un hombre se
“rebajara” a ser como una mujer, algo despreciable en una sociedad patriarcal. No
es sorpresa que se asumiera una postura de igual rechazo ante el lesbianismo,
más por su relación –en esos tiempos- con ritos paganos, y con la desviación del
rol tradicional de la mujer que con el amor o la atracción erótica. Por otro
lado, además de todo el aspecto social, está aquél de la traducción. La palabra
“homosexual” como tal no apareció en los escritos originales de la Biblia, sino
que se usaba el griego “arsenokoitai”, que se refiere a jóvenes varones que
ejercían la prostitución y que particularmente definía a aquellos que tomaban
el rol “pasivo” en el acto sexual. También se contemplaba en esas menciones a
los jóvenes esclavos con quienes sus amos tenían relaciones sexuales (no
consensuadas). Recientemente algunas ediciones bíblicas han optado por traducir
este término como “homosexual”, pero es una traducción totalmente fallida que
atiende a la conveniencia de la tradición. Otra lectura recomendable al respecto es el ensayo
“Taking God at His Word: The Bible and Homosexuality”, disponible en http://www.patheos.com/blogs/johnshore/2012/04/the-best-case-for-the-bible-not-condemning-homosexuality/.
Pasaron algunos años antes de que mi
familia y yo pudiéramos comenzar a tener una relación más pacífica. Sé que aún
no están de acuerdo con lo que ellos llaman “mi forma de vida”, pero reconozco
su esfuerzo por acercarse más a un enfoque conciliador que a uno que nos pueda
separar. Sé que tanto ellos como yo amamos profundamente a Dios y estamos
firmes en nuestras creencias, aunque en este aspecto sean diferentes. Al final
del día, lo primero a buscar dentro de la comunidad cristiana es la
conciliación entre este grupo de personas unidos por una fe, buscar que, a
pesar de las diferencias doctrinales, podamos seguir una de las más importantes
máximas del cristianismo: Ama a tu prójimo como a ti mismo. Se critica mucho a
las religiones, particularmente a las judeocristianas. A muchas personas les
parece que sus dogmas son una exageración, una construcción social de control,
un lavado de cerebro, etcétera. Expresar eso, como cualquier otra cosa, merece
su debido respeto en tanto a la libertad de expresión y de creencias. Más
pienso que es importante un foro abierto a todas las opiniones, a todos los
enfoques, pues sé que no estoy sola. Sé que no soy la única persona que ha
luchado por conciliar su fe con su orientación sexual, no queriendo sacrificar
una por la otra pues ambas son partes fundamentales de su esencia como ser
humano. Sé que habrá más jóvenes y no tan jóvenes buscando respuestas, buscando
una esperanza, algo que les confirme que Dios les ama y que los constituyó como
seres sexuados que no están limitados al binario hombre-mujer y mucho menos
sujetos a un único propósito de reproducción. Se puede ser gay y cristiano,
cristiano y gay. Se puede ser. La orientación sexual no es una decisión, pero
sí lo es amar y creerle a Dios.
miércoles, 17 de diciembre de 2014
Al revés (del baúl de los recuerdos)
Miro esta historia correr al revés
Desandamos el camino
Te tragas tus insultos y yo los míos
Desaparece el último rencor engendrado
El dolor inmenso se hace pequeño, desaparece
Me regresas los últimos besos
Y también alguno que otro verso
Vuelven las lágrimas a nuestros ojos y se esconden en las esquinas
Regresa el licor a las botellas
Las palabras salen de mis oídos, regresan a tu boca
Retrocedes en tu viaje, la arena no tocó tus pies
Yo regreso de tanto irme
Y me voy para no regresar
Los abrazos, las promesas, los “quizás”
Todo vuelve a su lugar
Bajamos en reversa la montaña
El polvo de nuestros pies a la grana
Manejamos en dirección opuesta
Olvidamos el café y el frío
La tarde y la luna
Vamos hacia atrás
Un concierto, uno de tantos adioses
Regalos de navidad a su empaque, al estante
Doce horas en un motel
Cuatro horas, tres
Deshacemos el amor
Desde la última vez y hasta el cuarto de baño
Y volvemos al sofá
Y volvemos al auto
Y volvemos a casa
Y no te busco
Y no me encuentras
Y el paseo no sucede
Y no suceden tus uñas en mi espalda
Ni aquél mensaje que hizo que regresara
Y te besara
No sucede nada
Me regresas los últimos besos
Y también alguno que otro verso
Vuelven las lágrimas a nuestros ojos y se esconden en las esquinas
Regresa el licor a las botellas
Las palabras salen de mis oídos, regresan a tu boca
Retrocedes en tu viaje, la arena no tocó tus pies
Yo regreso de tanto irme
Y me voy para no regresar
Los abrazos, las promesas, los “quizás”
Todo vuelve a su lugar
Bajamos en reversa la montaña
El polvo de nuestros pies a la grana
Manejamos en dirección opuesta
Olvidamos el café y el frío
La tarde y la luna
Vamos hacia atrás
Un concierto, uno de tantos adioses
Regalos de navidad a su empaque, al estante
Doce horas en un motel
Cuatro horas, tres
Deshacemos el amor
Desde la última vez y hasta el cuarto de baño
Y volvemos al sofá
Y volvemos al auto
Y volvemos a casa
Y no te busco
Y no me encuentras
Y el paseo no sucede
Y no suceden tus uñas en mi espalda
Ni aquél mensaje que hizo que regresara
Y te besara
No sucede nada
lunes, 15 de diciembre de 2014
A letter into the past
Dear 18 year old me,
It was just your birthday and your dad canceled your party (your first social event ever, or at least the first you’ve ever been excited for) only because you didn’t want to change your outfit into something more “formal” (more “girly”, actually). This blows, I know, but don’t worry, you’ll only have to put up with that shit for seven more years. Those years (plus a couple more) will be the hardest of your life (so far).
News flash, you are in love with your best friend. Or at least you have the biggest crush on her. Yes, I’m talking about another girl. YOU ARE IN LOVE WITH A GIRL. Anyways, don’t panic. Or maybe you should panic a little. I know I (you) cannot change the past, but I can tell you not to be afraid. You will be dealing with a lot of shit for the next ten years. You’ll want to stop living because being gay and Christian is just too fucking much to handle. You’ll feel increasingly disappointed on your folks and your bro, but you’ll learn to love them for who they really are and stop expecting what they cannot give you. You’ll “fall in love” far too many times (with girls, of course) and “they” will break your heart. I wrote those two things in quotation marks because, most of the times, it won’t be really love, but infatuation and a craving for the attention you didn’t get as a child; because you will also realize that, most of the times, it was you who threw your poor, delicate little heart against a brick wall. Except in the case of Jazmin, that bitch really broke your heart.
You will also experience several crisis of faith. You’re kind of going through one right now, but trust me, it’ll get you closer to God than ever. Just don’t forget that HE LOVES YOU, HE CREATED YOU AS YOU ARE, and right now everything tells me He will be proud if you just embrace who you are and offer that to Him.
Don’t be afraid, Tay (yeah, that’s your nickname now). When you’re older you’ll regret more not having done a bunch of things than having done a few of them. That sure reads like a tongue-twister, I know. The thing is, you’re always afraid of doing things you want, things you need, things that make you feel complete, for fear of being rejected, of failing, of getting a “no”… Tay, people love who they love, and if you lose their love because you didn’t do what they wanted, because you’re not who they want you to be, then they don’t really love you. Your parents do love you, by the way, they’re just a little messed up as we all are and so they don’t know how to show you that love the way you need it or the way you’d like it.
Also, you are cool, so cool, and talented (for writing and for sports, so don’t ever quit any of those things), and you’re beautiful and funny. Don’t stop yourself from doing something just because you think you’re not any of that. How come I know this now? Well, in seven years you’ll sink into the worst depression ever, you’ll seek help, and you’ll find an awesome, sexy, intelligent therapist (a woman with the most beautiful legs you’ve seen), and she’ll help you sort all your shit out, becoming a great friend along the way.
If indeed I could save you from a few things, here’s a list worth considering:
Stop thinking being gay is a sin.
Don’t believe all they say in church. Specially in THAT church you’re attending now.
Do not, I repeat, DO NOT FUCK that bipolar ex-girlfriend of yours on December 2007.
Say yes to Jazmín. From day one, say yes, and don’t hold back. Stay true to yourself so you can love her the way you both deserve it. She’s not a mistake, she’s not a sin; she loves you, you love her, and that’s all you need to know. (Ok, she’ll break your heart, but whatever).
Careful when you cash your checks in that bank in downtown; they will mug you.
Keep training TaeKwonDo. You’ll appreciate you didn’t quit by the time you hit 30 and it doesn’t kill you to fight for two and a half minutes straight and you can raise your kicks higher than your opponents waist.
WRITE! You are talented. Write.
I believe that’s about it. Now, perhaps you’re wondering why I’m using a tyoing machine. Nah, you’re not wondering why (because you know we love old things), you’re wondering how I got it. You’ll have a girlfriend named Andrea, and she’ll give it to you as a gift for your 29th birthday. One thing about her: she’s awesome, but she won’t stick around for long. Don’t sweat it. You did all you could’ve done.
There’s not much more to say. I could continue telling you not to do this or that, not to date so and so, but really all you’ve done has helped you grow and get to know who you really area and how much you’re worth. I don’t know if there could have been any other way to learn what you’ve learned. I don’t know if you’d be this woman without all the pain. I only know you have to stop being afraid. Ok, there’s a little more: Relax, girl! If you keep stressing like that, if you keep holding back like that and judging yourself like that, the day will arrive when you don’t know what it is to live without a back and neck pain. Now that’s it.
Much love,
Your 29yo self.
P.S. We really are hot and we’re about to get our second tattoo.
domingo, 30 de noviembre de 2014
Winter
It is always winter
the cold shoulder of a negative answer
the freezing blizzard of loneliness
then the overwhelming beauty of the snow that settles
in a corner of your heart.
the cold shoulder of a negative answer
the freezing blizzard of loneliness
then the overwhelming beauty of the snow that settles
in a corner of your heart.
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